Mudándome

Me he mudado a casa varias veces en mi vida, las suficientes como para darme cuenta de que donde vives afecta a tu salud y tu felicidad. Me he acostumbrado tanto a empaquetar y desembalar que se ha convertido en una especie de segunda naturaleza. Uno creería que todas estas reubicaciones me habrían enseñado a deshacerme de las menudencias sin importancia y de los adornos. Pues no: Cada nueva vivienda llega con el ritual de costumbre. El de encontrar un espacio para mis fotos, mis libros, mi colección de posavasos, mis tiestos, y así sucesivamente.

Donde vives afecta a tu salud y tu felicidad

Muchos pueden hablar de este tipo de fenómeno como: La alegría y el barullo de hacer un espacio nuevo ‘tuyo’. Y cuando has terminado con la casa, el ritual se desplaza al exterior. Yo llamo a este proceso ‘explorar y conquistar’. Empiezas dando un paseíto o conduciendo por el barrio. Luego encuentras el camino al supermercado más cercano, o descubres atajos para ir diariamente al trabajo. Mientras lo haces te tropiezas con un parquecito donde llevar al pequeño a dar un paseo, y te enteras de que la anciana que vive dos casas más abajo ha vivido aquí durante décadas. Conoce prácticamente a todos en la zona y puede darte indicaciones de cómo ir a prácticamente cualquier lugar.

Presentarse, explorar y conquistar

Por supuesto, cada persona es distinta al acercarse a un nuevo vecindario. Recuerdo a un amigo que se trasladó a un barrio nuevo y llamó a la puerta de cada casa presentándose. Otros (incluyéndome a mí) optamos por estrategias de adaptación más discretas. Además, algunas personas experimentan este proceso más que otras, y algunas necesitan más tiempo que otras. Sin embargo, cualquiera que sea la modalidad o duración del ritual al mudarse, la mayoría hacemos esencialmente lo mismo.

Tratamos de adaptarnos a nuestro entorno, aprendemos a interactuar con él, a usarlo más eficientemente y en algunos casos modificarlo. Intentamos así satisfacer nuestras necesidades y preferencias. Lo mismo sucede con los niños cuando aprenden a trastear y comienzan a descubrir sus alrededores: Explorar y conquistar.

Un proceso de adaptación

Este proceso de adaptación requiere energía, e inversión cognitiva y emocional. Y cuando nos adaptamos a nuevas geografías, si las condiciones son satisfactorias, es probable que desarrollemos una forma de apego a ellas. De la misma manera que nos unimos a nuestros familiares y amigos mientras crecemos, podemos fomentar la conexión con los lugares donde vivimos, ya que donde vives afecta a tu salud y tu felicidad. Con el tiempo, algunos lugares se convierten en parte de nuestra identidad e historia personal, parte de nuestro ser. Por lo tanto, llevar libros y posavasos conmigo cada vez que me mudo no es una compulsión extraña (o al menos no necesariamente). Es un intento de facilitar este proceso de adaptación y negociar mi identidad con la forma y la figura de mi nuevo paradero.

Adaptándonos, transformamos un espacio desconocido en un lugar familiar donde desarrollamos nuestras actividades cotidianas con facilidad y autonomía. Los lugares familiares fomentan nuestro sentido de pertenencia y organización.
Y es por eso que donde vivimos es importante para nuestra salud y felicidad.

Donde vives afecta a tu salud y tu felicidad: aspectos sociales y físicos

Los lugares pueden influir en nuestro bienestar y autonomía. Así se describe en un reciente y excelente artículo de Hans-Werner Wahl. Aunque su modelo se centra en el envejecimiento, puede aplicarse a cualquier fase de la vida. Vivir en los lugares que nos gustan, donde funcionamos bien y que ofrecen oportunidades de estimulación social, física y mental, puede beneficiar nuestra salud y calidad de vida sin importar nuestra edad. Por el contrario, el estar expuesto a una mala calidad ambiental (pobreza, deterioro físico o riesgos para la movilidad), fuentes de estrés (ruido del tráfico o contaminación) o experimentar cambios ambientales como la gentrificación, pueden tener un efecto negativo en la forma en que percibimos un lugar, en cómo nos sentimos con él y en la capacidad de usarlo. Esto a su vez tiene consecuencias para la salud y el comportamiento.

Factores que promueven la salud

Identificar los factores que promueven la salud mental y cognitiva ha ido ganando interés creciente a través de múltiples disciplinas y sectores, y para este propósito es importante tener en cuenta que no vivimos en el vacío, pero que los lugares donde vivimos nos influyen de la misma manera a como les afectamos. Mucho se ha avanzado desde que eminentes psicólogos y científicos sociales como Roger Barker, Kurt Lewin, James Gibson o M. Powell Lawton (por nombrar algunos) propusieron sus enfoques ecológicos para el comportamiento humano, sentando las bases de la psicología ambiental. En las últimas décadas, el trabajo conjunto de psicólogos, sociólogos, geógrafos de la salud, arquitectos y diseñadores urbanos ha sido crucial para crear lugares que fomenten la salud y el bienestar. Sin embargo, hay nuevos retos por delante.

Al desplazarme de aquí a allá por razones laborales o personales, no soy un caso aislado. La gente siempre ha migrado, pero en las últimas décadas la tendencia ha aumentado. Hay una mayor libertad de movimiento, una búsqueda de oportunidades socioeconómicas y, la expatriación forzada causada por conflictos y crisis. Al mismo tiempo, la población mundial está envejeciendo, se espera que uno de cada cinco de nosotros tenga 65 años o más para 2050. Además nuestros entornos se están urbanizando cada vez más (véase las «Ciudades Amigables a la Edad Global» de la Organización Mundial de la Salud de 2007).

Oportunidades para el progreso personal y social

La migración, el envejecimiento y la urbanización, aunque ofrecen oportunidades para el progreso personal y social, también tienen un mayor riesgo de desplazamiento. Y con el reto para los individuos de redefinirse a sí mismos y a sus vidas dentro de espacios y sociedades desconocidos. Vivimos en un mundo donde cada vez más personas eligen o están obligadas a cambiar sus ambientes, y pueden terminar envejeciendo en lugares extranjeros que ellos mismos están cambiando. Algunas personas son más vulnerables que otras a estos cambios. Bien sea una persona mayor que se traslada a una residencia de ancianos, o una familia de refugiados que se ve obligada a abandonar su país. En este contexto cambiante, los investigadores, los responsables políticos y las comunidades deben crear espacios inclusivos, propicios y sostenibles.

Donde vives afecta a tu salud y tu felicidad. Buenas prácticas

Ejemplos de buenas prácticas e iniciativas que van en esta dirección son cada vez más numerosas. Por ejemplo, el trabajo realizado sobre diseño universal para proporcionar lugares accesibles a todos. O iniciativas implementadas por los gobiernos para promover la integración social y laboral de los refugiados.

Recientemente he leído sobre una «aldea de demencia» en Hogewey, Países Bajos. Allí las personas mayores con demencia viven en una aldea de retiro diseñada siguiendo el estilo de la época cuando eran jóvenes. Se trata de fomentar la pertenencia y promover la autonomía. Los residentes han mostrado claros beneficios en su salud física y mental, haciendo de la aldea galardonada un ejemplo de estrategia de diseño centrada en la persona. Espero se aplique a futuras iniciativas como esta (teniendo en cuenta que un día podré unirme a una comunidad de jubilación yo mismo).

Todos merecemos vivir una vida sana y feliz, sin importar nuestra edad o antecedentes. Comprender cómo los lugares pueden contribuir a eso es un paso crucial en el avance de esta narrativa.

En Psicología Relacionarte trabajamos contigo para empezar a mejorar tu calidad de vida en aquellos espacios que has elegido para establecerte.